La torre Latinoamericana es considerada
un edificio clásico y característico de nuestra ciudad,
al permanecer durante varios años como el rascacielos
más grande y distinguido del Distrito Federal.
El sol, era nuestro acompañante el día 29 de Octubre para dirigimos a nuestro destino, tomamos el medio de transporte más fácil y rápido para llegar… el metro de la estación San Cosme, a los pocos minutos bajamos en la estación Bellas Artes, y mientras caminábamos por las calles de la ciudad de México sentíamos ya la sensación de vértigo en nuestras entrañas. “La Torre Latinoamericana”, un rascacielos que causa impresión y oposición con el simple hecho de verlo, siendo uno de los lugares más característicos de nuestra ciudad, contando con 58 años de haber sido inaugurada.
Nos detuvimos por unos minutos frente a Bellas Artes para observar desde lejos la torre antes de poner un pie en ella. En la entrada del lugar adquirimos nuestros tickets a la velocidad de un “Cashin”, y en ese instante nos dirigimos al elevador para recorrer el piso Nº 36 “La cafetería y Tienda de Souvenirs”, así podríamos ir paso a paso hasta llegar al piso más alto. Antes de ingresar pedimos permiso para poder grabar desde las alturas; administradores del lugar no tuvieron problema por el acceso de la cámara y la grabación; pensamos por un momento en detenernos frente al primer museo que se encuentra en la torre, “Museo del Bicentenario”, allí se habla de la nueva España, hasta antes de la independencia, y sobre el comienzo de la revolución cuyo centenario se cumplió en el 2010, pero realmente, el querer ver la vista desde una altura impresionante nos intrigaba.
La tienda no satisfacía completamente nuestras expectativas, pero si hubo algo que pudo con ello… ver tras un cristal la vista de la ciudad, literalmente, se puede apreciar la vida urbana, desde, los puestos, el tráfico, y la gente recorriendo cada centímetro, pasillo, calle y avenida. Teníamos la sensación de que esa vista tenía que ser acompañada no solamente con la charla, sino con la bebida más exquisita, que con el simple hecho de olerla al instante se antoja… para congelar el momento, y disfrutarlo derritiéndolo con una bebida. Decidimos comprar un café, la joven que nos atendió con emotividad nos garantizó que no pudimos haber elegido mejor combinación que una taza de café 100% mexicano para ese lugar. Charlamos por unos segundos con ella y nos contagió otra manera de ver la vida desde un altura tan magnifica; continuando con la plática nos invitó a tomarnos una foto tras pantalla verde, sin embargo, la idea no agradaba del todo, así que continuamos observando a nuestro alrededor junto con los demás turistas que nos hacían compañía.
Las manecillas del reloj giraban y giraban, “tic, tac” y sin darnos cuenta, pasaron 30 minutos de estar viendo tras un cristal, nos olvidamos de que habían más pisos por recorrer. Entonces, al ritmo de una caminata rápida tomamos de nuevo el elevador hacia el piso 38, encontrándose un mini museo nombrado “La ciudad y la torre a través de los siglos” donde se relata el inicio de la construcción de la Torre Latinoamericana y hasta que quedo finalizada, también se narran los hechos más importantes que ha tenido nuestra ciudad a lo largo de la historia desde el año 1856, de ese modo cada hecho se acompaña con una fotografía o mejor llamado “archivo fotográfico” el cual ayuda al espectador a darse una idea sobre cómo era México junto con toda su trascendencia. Así mismo se explican antecedentes como, los viajes del Caballito y los Indios Verdes, la Copula del Monumento a la Revolución, Palacio Nacional, Zócalo, Bellas Artes, y un suceso que ha marcado a la historia de México es el Terremoto de 1985, complementando el acontecimiento con un sismólogo frente a las fotografías
Al finalizar el recorrido dentro del museo, se muestran los cincuenta edificios más altos del mundo de 1956 a 2010, por un momento analizamos que si estábamos a una altura lo bastante grande, existen y existieron edificios aún más altos de donde estábamos ubicadas; cada cifra daba un poco de escalofríos, pero eso no detuvo que la cámara en modo de rec. grabara algunas escenas de esa sala. No tardamos en recorrerlo, pues el sol seguía en su punto más alto y de ese modo queríamos tener una vista esplendorosa del mirador.
Corrimos como a la velocidad de la luz y por última vez tomamos el elevador, mientras este subía al piso 42, donde las cuatro esquinas de la torre siguen proyectando la vista panorámica de la ciudad. En ese instante nos entrabamos en situación de pánico, pedimos más información de la que ya teníamos, obteniendo el peso total de la torre el cual es de 24,100 toneladas sumando 3,200 más, y con la altura de 182 metros sobre el nivel de la calle ya agregando la antena de 4 metros que tiene.
Las puertas se abrieron y una pareja ingreso con nosotras, pues habían adquirido un ticket de promoción por los eventos que se dan en la torre; en este caso promueven la ecología y la cultura. Sinceramente, la publicidad de ambos eventos, no llamaba la atención, solo pensábamos en la brisa y la vista del último piso, el cual estábamos tan cerca. Opinamos que una majestuosa toma seria grabar desde el interior del elevador hasta que sus puertas abrieran y fueran cómplices de la emoción, mi compañera y yo nos tomamos de la mano, bajamos en cámara lenta sintiendo las miradas de las demás personas; la piel se nos hacía chinita del simple hecho de imaginar que tan alto estábamos, y que tan alto íbamos a estar, era como sentirse dentro de una burbuja flotando sobre miles de personas y edificios.
Ubicándonos en el piso 43, se encontraba una tiendita de snacks, aguardando para aquellas personas que quisieran comprar palomitas y botanas, caminamos un poco pero el seguir viendo tras un cristal desesperaba. Estábamos a menos de un metro de las escaleras que se dirigen al piso 44, el más ato y último de la torre, el lente gritaba por modo encendido y así capturar la imagen; subimos las ultimas escaleras en forma de caracol y nuestros ojos eran como el lente de la cámara réflex, tan tangibles como una fotografía impresa en el momento. Recorrimos las cuatro esquinas del piso, una moneda en cada telescopio para ver una vista desde diferentes ángulos.
Las calles, edificios, casas, árboles, semáforos, puestos, parques, museos, etc. se veían a un tamaño reducido; y las personas eran como hormigas caminando de un lado para otro. La vista es indescriptible, cada uno tiene su propia crítica,
pero la brisa del aire era como sentir que se podía volar y al mismo tiempo caer, observar a 360º desde un nivel lo suficientemente alto, gritar y que nadie del exterior puede tener la posibilidad de escuchar… asustaba.
El reloj detuvo sus manecillas a las 12 en punto y la torre comenzó a emitir un sonido ensordecedor, los turistas comenzaron a entrar en pánico, pues todos pensaban que era una alarma sísmica y que estaban a punto de pasar un temblor sin la oportunidad de bajar a tiempo, pero nadie se había dado cuenta que la torre daba aviso de cada hora y después de quince minutos de la hora marcada emitiendo un sonido estruendoso.
En el momento de tomar la calma, la mayoría tomo su teléfono celular para asegurarse que un temblor no era la causa del sonido, y justamente después de quince minutos, el sonido regreso, en ese momento nadie volvió a prestar atención.
Después de 20 minutos, entrevistamos a varias personas, creyendo que era gente residente del D.F, pero lo más interesante es que eran de diferentes partes de la república y de otros continentes; quienes nunca habían visitado la Torre Latinoamericana. Sus opiniones siempre fueron positivas, y cabe decir que seguimos platicando inclusive después de las entrevistas; las cuales se convirtieron en charlas amenas. También, tuvimos la oportunidad de conversar con un empleado del lugar el cual nos explicó sobre su trabajo y lo que este lugar aporta a sus turistas.
A pesar de que este rascacielos parece peligroso es uno de los edificios más seguros de la ciudad, ha rompido records en ingeniería utilizando tecnología mexicana, y no sufrió ningún daño en el terremoto de 1957 ganando el premio del American Institute of Steel Construction por soportar la gran magnitud, y también del año de 1985. Aunque en la actualidad ya no es el edificio más alto de México, sigue conservando un reconocimiento especial por todos sus visitantes.
El sol, seguía irradiando su luz deslumbrante junto con una alta temperatura en cada lugar que se estuviera de pie y desde cualquier parte que se viera; no se podía imaginar la luz del sol metiéndose entre los edificios, y que la noche comenzara a pintar el cielo de negro para admirar otra vista espectacular, sin embargo, no hay duda que debe de ser una vista maravillosa ahora con la compañía de la luna desde 182 metros de altura.